Voy
topándome y alejándome en cada uno de mis encuentros a lo largo del día, sumida
en un sopor enfermizo que todo lo tiñe de irreal sin serlo.
En este punto extraño he optado por recuperar un hábito que,
sin saber cómo ni porqué, fui abandonando: vuelvo a mirar a los ojos.
Vuelvo a centrarme en los círculos negros
de aquellas personas que interactúan conmigo, intercambiándonos. A veces se
tornan miradas intensas, en las que se siente un calor corporal que reconforta.
Otras son apenas unos segundos de presencia, segundos exactos para no sentirnos
desnudos ante el otro pero dejando constancia de que se ha estado allí.
Creo que desvié mis pupilas durante un tiempo, no tanto por
desinterés en los demás sino más bien por el deseo de no ser vista. Tal vez por
esto he tardado tanto en ponerle nombre. Durante muchos meses me he sentido flotar,
evaporada, entregada a los ojos negros de mi hija. Y al desplegar de nuevo mis
alas de mujer, las que tan sólo abarcan mi cuerpo, necesité pasar de puntillas por
mi propio espacio, entrar poco a poco en él porque, a su vez, necesité
abandonar poco a poco el mundo suspendido que creamos para las dos. Tal vez
deseara intensamente ser invisible durante el trámite.
Ya he asumido la vuelta de rosca, ya comprendí los cambios
que vienen adheridos. Entiendo que no es mi mano la que la acompaña en cada
paso, ni mis ojos gozan sus descubrimientos. Sé que no soy su única referencia.
Y lo he aceptado.
Ahora voy despertando el embrujo que hay en ello también
aunque, en ocasiones, me sienta perdida en mi balsa. Aunque, a veces, mi cuerpo aúlle
por desconcierto. Aunque de pronto, descubra que unos ojos, que debieran ser
conocidos ya, están ahí y que es hermoso. Que cada cuerpo se habita de mil
formas distintas y que todas y cada una de nosotras ofrecemos una pequeña
ventana a la que merece la pena asomarse e invitar, entregar y agradecer.
Ventana que no debiera atravesarse sin llama y me sorprendo cuando alguien se posa en ella, acostumbrada a aguardar ese momento en silencio
como un tesoro, ante la falta de empatía a la que cada órgano y poro de nuestro
ser se va acostumbrando y cediendo espacio. Acostumbrada a observar que tan sólo
humanizamos los defectos y, en cambio, se resalta lo que nos hace irreales,
inalcanzables, meros patrones para admirar. Sin tocar, sin oler, sin palpar ni
mirar dentro o más allá.
Y al desligarme de la madre para centrarme en la mujer, siento que en ese gesto fugaz regreso a lo
que soy. Sé que es una revelación sencilla pero en ese sendero que une mis
pupilas con otras comienza mi propia resistencia a la deshumanización. Un
pétalo más en mi Re-Evolución personal.
:)
ResponderEliminar:)))))
EliminarNo sé qué tiene este blog, que cada vez que te leo me invade una paz...
ResponderEliminarMe encantasssss :)
Ay, hermosa, muchísimas gracias!! Gracias por ese calorcito inmenso ♥
EliminarSiempre hacia delante Colo!
ResponderEliminarUn besazo
Carol, gracias por ese empujón!! Millones de besos
EliminarHermosa... re-evolucionarte? pero si lo haces constantemente... tu conciencia de ti misma y la conexión que tienes contigo, con tu hermosa niña y con todo lo que te rodea, es ejemplar y a la vez inspiradora. Un abrazo enorme...
ResponderEliminarPreciosa Cata... gracias inmensísimas por tus palabras. Me aportas siempre confianza y seguridad en mí misma y en la vida. Eres un amor. Te abrazo grande!!
EliminarMe encanta como escribes, tan metafórico y a la vez tan real, me he sentido identificada, como mas de una vez cuando he pasado por aquí, simplemente hermoso...
ResponderEliminarMuchas gracias, Mónica! Qué bonito que te estas líneas te transmitan esas emociones... qué bonito compartir con vosotras! Gran abrazo
EliminarTe he mencionado en este post http://www.paularuas.com/2013/02/en-la-casa-de-paula-recibimos-premios.html
ResponderEliminarPásate y échale un vistazo
Hola ! te he dejado un premio “best Blog” en mi blog. Un besote !
ResponderEliminarVuelvo a ti con la palabra valentía, mi momento vital es muy distinto, pero de tan sólo pensar en mirar a los ojos siento pavor, cuánta revelación, gente que evita, que siente desprecio, vergüenza, miedo a descubrir como yo.
ResponderEliminarAhora me siento tan pequeña, incluso tan asustada en mi espacio, con cuatro ojos que se miran en mi...
Grande Colo abriendo sus alas y redescubriéndose!