No me gusta cuando otra mujer me mira de arriba a abajo y sus ojos murmuran.
No me gusta cuando otra mujer mira a mi hija y sus ojos murmuran hacia mí. A veces, también hacia ella.
No me gusta cuando otra mujer me mira desde arriba… o desde abajo.
No me gusta cuando nos medimos con estos baremos adquiridos por el patriarcado. Aunque puedo comprender la rivalidad entre féminas y entiendo la confrontación como parte de nuestra naturaleza animal. Pero desdeño estos valores absurdos que tratan de vaciarnos a nosotras mismas en el propio hecho de menospreciar a otra mujer: por su aspecto, sus posesiones o su inteligencia.
No me gusta la distancia que se crea entre nosotras sin apenas conocernos... o conociéndonos ya.
No me gusta cómo me arrugo cuando me ocurre a mí, cuando soy yo quién lo hace, cuando soy yo la que no aparta el filtro que durante tanto tiempo he portado ante mis ojos. Por sentirme integrada, por seguir la corriente o, sencillamente, por ignorancia y desconexión conmigo misma.
Me gusta cuando acepto que otras mujeres destacan más que yo, en cualquier aspecto.
Me gusta cuando me desarmo ante cualquier tipo de competición femenina y tiendo el puente, independientemente de que ellas sepan verlo o deseen cruzarlo.
La maternidad me ha ayudado a percatarme de ello. A admirar la fuerza femenina y las sutilezas que envuelven a cada mujer, más allá de las fachadas, sean como sean éstas. Sean como sean las corazas.
No siempre me resulta fácil y no siempre me siento cómoda en ello. Pero me esfuerzo por dirigir mi energía en esa dirección y despojarme así de comparaciones absurdas y presiones que no van con nuestra naturaleza, con la mía, la que me hace vibrar e irradia calor dentro de mí.
Cada vez me cuesta más identificar lo que siento cuando me encuentro ante estas situaciones. Cuando se critica a alguna mujer por sus características o cuando se desea tener un determinado aspecto y poseer determinados objetos, despreciando todo aquello que se aleja de esa imagen.
A veces cuesta saber quién vive realmente atrapada: si habito yo la burbuja o ésta es tan grande que sólo algunas personas nos hallamos fuera de ella, o a medio camino. Quién, finalmente, vive más ligero.
En mi nuevo camino, he escogido la belleza, la belleza auténtica, la belleza y unión femenina. Con su delicado perfume y su capacidad de hermandad. La belleza que se desmolda y habita en cada una de nosotras.
Me encantan estas conversaciones con tu alma. Están llenas de tanta belleza...
ResponderEliminarUn beso.
Gracia Colo... tus palabras son siempre fuente de reflexión e inspiración. Un beso enorme...mi bella flor! ♥♥♥♥♥♥♥♥♥
ResponderEliminarCada día me encuentro planteándome estas reflexiones de las que hablas. Sobre todo en mi puesto de trabajo, donde es normal mirar de arriba a abajo, y sobre todo desde arriba. Donde salirse de esa norma, de su norma, es lo extraño, donde me hacen sentir por momentos que la rara soy yo. Después en casa tengo que trabajar en ello , en interiorizar de nuevo que estoy bien donde estoy y como soy. Que las cosas importantes son otras.
ResponderEliminarMe ha encantado leer tus palabras y saber que hay más personas de este lado, luchando por y para que nos despojemos de todos esos prejuicios.
Un gusto leerte, como siempre.
Un abrazo.
maravillosa...como siempre!
ResponderEliminarTienes toda la razón. Las mujeres rivalizamos a menudo. Tus reflexiones son maravillosas.
ResponderEliminarUn abrazo
Me encanta, la maternidad también me ayudó a tender el puente!
ResponderEliminarAy Colo, irradias belleza de la auténtica créeme.. y hablo desde la distancia. Estar a tu lado tiene que ser una maravilla! Qué ganas de abrazarte por fin! Te quiero linda!
ResponderEliminarY no sé qué decir... que me encanta leerte!
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