Durante los últimos 4 años he amamantado. Para nuestra
sociedad 4 años es mucho y esto me ha ofrecido diversidad de situaciones y algún
que otro obstáculo. Pero, ante todo, una grandísima satisfacción.
Siempre deseé amamantar, en realidad, más que un deseo era
una certeza. No imaginaba mi maternidad sin hacerlo, por eso me sorprendió que
existieran los grupos de apoyo, que pudiesen surgir tantas dificultades, que no
resultase tan sencillo y natural como lo era en mis pensamientos. Pronto
comprendí la gran labor que se realiza en estos grupos, la utilidad de la
figura de asesora de lactancia, las gracias infinitas a todas ellas, así como otros
profesionales comprometidos con la lactancia materna y, por supuesto, al
soporte otorgado entre madres.
Pienso en cómo es posible que se haya llegado a
este punto y lo desorientadas nos encontramos, generalmente, ante la
maternidad. Nos han ido vendiendo la idea de madre/mujer moderna y nos confiamos,
pero ahí están nuestros bebés para hacernos volver al inicio de los tiempos,
cuando todo lo que se demanda es cuerpo, presencia y primer alimento. No dejo
de maravillarme con ello.
Me resulta incómodo, en cierto modo, no haber sabido
apreciar esta carencia en mí misma y a mi alrededor hasta el día en que me
convertí en madre. Entonces comprendí que mi instinto andaba algo más perezoso
de lo que había soñado y que no bastaba con poner a mi hija al pecho para que mi
leche la saciara. Es así de simple en realidad, lo sé. Pero no tenía más
referencias que lo que había aprendido durante el embarazo en el grupo de
lactancia por iniciativa propia y aunque había visto a mi madre amamantar a uno
de mis hermanos, aquello quedaba tan atrás, que era claramente insuficiente.
Aún así fue bien, bastó con mirar de frente y asumir mis responsabilidades,
retomando las riendas de mi maternidad y dejando que la fuerza adquirida
durante el parto fluyera de nuevo. Fue imprescindible no perder de vista la
información fiable que había ido recabando y que resultó para mí de gran ayuda y, ante todo, no perder la confianza nunca, jamás, ni siquiera durante algún
episodio de mastitis, ni siquiera cuando todo ser viviente parecía saber más y
mejor que yo qué era lo más indicado para mi hija y para mí misma, ni siquiera
cuando tuve que afrontar una intervención quirúrgica en una mama. Confianza, constancia
y certeza.
Me fascina todo lo relacionado con la maternidad, este
aspecto de la sexualidad femenina me maravilla, en especial la mujer, cómo nos
transformamos o, mejor dicho, como regresamos a lo que somos, cómo dejamos de
transformarnos más bien. Es la involución perfecta, vamos adentrándonos en un
espacio propio hasta soplar nuestros huesos para que nada vuelva a mirarse bajo
el mismo cristal. En este sutil espacio hay lugar para tantas fantasías o realidades
como mujeres existen y cada una puede dar entrada a aquello que la haga vibrar
o asentarse, para mí fue como echar raíces firmes que me permitieran crecer y
desprenderme, volar sin perder mi centro y navegar con rumbo fijo. En este
sutil espacio las mujeres se reinventan para aportar su sabiduría a otras
mujeres, las mujeres abren los ojos para mirar aquellos otros ojos que se van
abriendo y así quedarse prendadas, unas de otras. Y son muchas las mujeres de
ojos grandes y mirada sabia que voy descubriendo: madres, doulas, asesoras de
lactancia, matronas…
Hoy, mi deseo para esta #SMLM2014 es que estos encuentros se
realicen más por placer y menos por necesidad, que nos ilusionemos con el
momento en que niñas y niños crezcan familiarizados con la gestación, el
puerperio y la lactancia, que no sea necesario desmentir mitos absurdos, que se
amamante a demanda, como debe ser, y no porque lo diga la OMS sino porque al
decir demanda se sobrentiende que se dará en cualquier lugar y momento. Deseo
también que la crianza corporal gane visibilidad y deje de ser algo anecdótico,
extravagante o una moda.
Porque cada mujer es diferente. Y así cría y así crea su mundo.
Pero una cosa está clara: somos mamíferas.
¡FELIZ SEMANA MUNDIAL DE LA LACTANCIA MATERNA 2014!
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