La relatividad de nuestras vivencias, sumadas a los deseos y
creencias de nuestra maleta, nos lleva a atravesar una misma situación de
manera muy distinta. Hay momentos en los que se toma plena consciencia de ello.
Durante el embarazo se reciben multitud de consejos, de tal
forma que una se acaba bañando en las percepciones de todas aquellas mujeres
que se lanzan a compartir sus experiencias conmigo, lo cual da pie a que yo
también me exprese. Y a menudo me siento lejos de muchas de esas afirmaciones
y, como suelo reaccionar fuera de tiempo, me quedo rumiando cómo y porqué me
siento de ese modo. Pues bien, tras unas horas de interiorización, logro ver
con claridad que cada cual escoge luz o escoge sombra y lo que es aún más
paradójico, todos somos luz en un momento determinado así como somos sombra:
gris, fría y dura.
En este punto del camino mi mente pide a gritos la conexión
con mi cuerpo gestante. Ansío esa comunión, el poder dedicarme y dedicarnos un
rato extenso, en exclusiva. Hundir mis pies en la tierra, física o mentalmente,
sentirme parte de la Madre Tierra, nutridora y materna. Viajar con la
respiración a mi útero, mecer así a esta criatura que me habita. Liberar mis
tensiones, desbloquear acertijos, moverme el antifaz. Una especie de
revelación, así como sucedió durante mi primer embarazo.
Y entiendo que en la vida hay encuentros que propician que estas
emociones afloren, ayudándonos en la conexión que anhelamos, haciendo que todo
fluya y resulte sencillo, natural. Pero no debemos olvidar que tan sólo son
parte de nuestra vivencia, que no hay que dar nada por sentado, que nuestra
visión y nuestro aprendizaje, en realidad, no sobrepasa nuestras fronteras. Porque
de este modo, esa luz de otro ser que nos acarició permanecerá siendo luz para
siempre en nosotras, donde no habrá lugar a medias tintas, a críticas, a experiencias
frustradas por no encontrarse. Al igual que las sombras propias, nacidas de
situaciones no gratas, no atravesarán otras auras… si somos cautas y medimos
nuestras palabras, cuidamos de las emociones ajenas, respetamos el trabajo de
otrxs…
No resulta sencillo asumir que somos sombra, y no hablo de
la sombra interior que todas conocemos concedámosle o no su lugar, si no de la
sombra que en un momento determinado acecha a otra persona, destripando su
sentir… mostrándole el lado hostil de la vida. Pero asumo que así es… y lo
extraño es que no sé si acabo de lamentarlo o no, realmente, porque lo
encuentro necesario también, siempre y cuando tenga lugar con conocimiento de
ello. Nunca gratuitamente, nunca a la ligera, por tratar de imponer mediante la
opinión.
Por el contrario es hermoso reconocerse en la luz, aunque
sea fugazmente, incluso en los gestos cotidianos más supuestamente
insignificantes… una sonrisa a un desconocido o una mirada atenta en el momento
oportuno. Y aún más cuando nos sentimos parte de un proceso mágico, interior,
partícipes en una nube de confianza y endorfinas en otra persona, sintiéndonos
plenamente reconfortadas en la entrega, agradecidas por formar parte importante
en el camino que transita ese ser.
Todos estos momentos únicos e intransferibles deberían
permanecer así, enfrascados en su esencia, todos ellos. Podemos compartir, por
supuesto, exponer, defender e incluso reivindicar, pero sin tallar las alas,
sin rozar la intransigencia, sin olvidar que todas y cada una de nuestras palabras,
finalmente, no hablan más que de nosotras mismas.
Cada día valoro más a quiénes admiten la relatividad, no
sólo dándole cabida en su vida, sino especialmente en sus palabras.
Hermoso...
ResponderEliminarGracias bonita!! Besos ♥
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