Voy a agarrarte
fuerte. Te arrastraré hasta afuera y podrás apreciar cada detalle. Sé que
comprenderás muchas cosas. Sé que sentirás el impulso de abrazarme. Sé que así, en
crudo, me odiarás por ello. Pero no voy a darte opción.
Si
te duele, si te escuece, si deseas dejar de mirar pero no te atreves, déjate
caer. No me moveré un milímetro. Te sostendré. Te meceré. Te abrazaré como
pocas veces he hecho. Si te avergüenzas, lameré tus heridas pero no restaré
importancia a ninguno de los gestos, a ninguna de las palabras. Podrás
disculparte aunque no haya más oídos que éstos míos. Ya sé lo que dirás, me
anticipo, te llevo observando toda una vida. También sé que puedes llegar muy
lejos. Confía en ti. Yo lo hago continuamente. Siento no demostrarlo más a
menudo.
Admiro
tu honestidad. La lealtad que te acaba derrotando en este mundo hipócrita. Me
gusta que creas en la bondad de los demás a pesar de todo. Gracias a todo, al
fin y al cabo. Sabes que puedes confiar en mí.
Ven,
acompáñame. Reconocerás la mirada amorosa tras el agotamiento, la ira más o
menos contenida, la falta de recursos: la decadencia. Ven. Grita si quieres,
pero guarda esa llave para cuando te sientas capaz de entrar. Deja que acaricie
tu cabello, que bese tu frente. Conozco tus cadenas. Sé que las romperás
pronto, algún día, nadie te pide que sea hoy. Ya tomarás esa decisión. Habrá
más soles.
Vamos.
Salta. Recupera la belleza de lo invisible. Cuando aprecias más el vibrar del
sonido que las propias palabras. Dicen que las lleva el viento. ¿Y qué hará con
tanta poesía? Shhhh aguarda, deja el día en el perchero. Ya se oye a las niñas
correr, alguna carcajada, te llaman, lloran. Vas a agacharte con el alma una
vez más. Aprovecho para secuestrarte. No sientas miedo, te adelanté que iba a
suceder.
Y
ahora, observa atentamente. El verdadero espectáculo es existir. Con tus
carencias, tus errores y tu amor infinito. No te voy a dejar. Soy tú. Con ese
traje que te viste de verdad. No falta nada. Nada sobra. Ven al columpio. Ven.
Sólo necesitas sentarte aquí de vez en cuando y dejar que alguien te sople
suavemente en la nuca. Desde este lado del cristal, siempre, se cree en ti.
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