lunes, 13 de junio de 2011

Lunes, martes, miércoles...

Cuando una rompe con su ritmo de vida para dedicarse a su hija llega un momento en que no sabes en que día vives ni a penas las horas. Aunque trato de no perder de vista ciertas referencias, la verdad es que acabo haciendo y deshaciendo en una rutina flotante y bastante flexible, todo sea dicho.

Pasé por varias etapas hasta llegar a este punto, porque en los primeros meses, directamente, no hay tiempo real. Viví sumergida en el limbo en el que entré al dar a luz y en el que ella marcaba el compás. Me rendí a su son encantada, aunque eso sí, aprendí a darme duchas express y a alimentarme con ella al pecho. Día a día muestros ritmos se asemejan pero no acabo de desprenderme de esta sensación de pasar el tiempo sin tiempo.

Llegado el momento, mi situación no era la más favorable y no dudé un solo instante. Al decidir aparcar mi vida laboral una temporada, no sabía que ese mundo andaba rodeado de tantos satélites. Porque al dejar de trabajar, una también deja de lado una identidad y eso supone muchos cambios... y muchas explicaciones. La vida social se resiente hasta quedar fuera de órbita, porque al hecho de tener un bebé hay que sumarle el salirte de la rueda (un poco más)... Trato de no juzgar a nadie por la opción elegida. Entiendo que es otra de las decisiones personales que conlleva la crianza y que, además, no siempre es una decisión totalmente libre puesto que muchas veces nuestras circunstancias pesan más que nuestros deseos. Por eso me deja pasmada la libertad que se toman muchos para opinar abiertamente sobre el tema, a veces incluso sin dirigirse directamente a mí, como si el pasar tantas horas con mi hija me estuviese nublando la capacidad para comprender el idioma. Sin embargo, disfruto compartiendo experiencias y puntos de vista desde el respeto, suele resultar enriquecedor para todos.

Por mi parte, estoy inmersa en un universo de caricias, canciones, besitos tiernos, risitas y algún que otro arrebato. Día y noche. Descubriendo habilidades y aprendiendo de la experiencia. Seleccionando y absorbiendo la información que cae en mis manos y tratando de ser consecuente. Además de desarrollar una super antena para la atención que acaba retorcida muchos días de tanto dar de sí. Es precioso y muy gratificante, pero no fácil.

Mientras tanto, en casa aprendemos a vivir con menos, a valorar lo que realmente necesitamos o nos complace, a no hacer grandes planes de futuro, a darnos tiempo para que, al menos, crezca un poco más pegadita a mí. Cada día trato de visualizar que algo se cruza en nuestras vidas y permite poder prolongar esta situación por más tiempo, que cualquier día de estos me ilumino y se me ocurre una opción viable para no tener que romper drásticamente lo que estamos construyendo y tener que volver a saber sin falta en qué día y minuto vivo.

3 comentarios:

  1. Disfruta mucho de este tiempo sin tiempo, es maravilloso, yo he podido hacerlo 14 meses y aunque me hubiera gustado alargarlo un poquito (o un muchito) más llegó el momento de volver a la vida laboral.
    Yo también vivía sin saber que día del mes o de la semana era, sin apenas mirar un reloj, compartiendo millones de momentos.
    Gracias me ha encantado tu entrada.
    Un abrazo guapa!

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  2. Yo sólo viví eso a tiempo completo durante 16 dulces semanas y no veas lo que lo echo de menos, poder salir a contracorriente a la calle y pasear por el mero hecho de hacerlo, sin ir a ningún sitio particular... disfrútalo mucho, entiendo a lo que te refieres porque la gente a veces no entiende que aunque no trabajes te están dedicando en cuerpo y alma a ser mamá, y además ama de casa, cocinera...

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  3. Gracias amores! Lo hago, disfruto muchímo estos momentos, sé que son importantes para ambas y sé que ya nada podrá quitarnos el tiempo dedicado a verla crece y contribuir a ello. Besos

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