domingo, 9 de febrero de 2014

Ser luz o ser sombra

La relatividad de nuestras vivencias, sumadas a los deseos y creencias de nuestra maleta, nos lleva a atravesar una misma situación de manera muy distinta. Hay momentos en los que se toma plena consciencia de ello.

Durante el embarazo se reciben multitud de consejos, de tal forma que una se acaba bañando en las percepciones de todas aquellas mujeres que se lanzan a compartir sus experiencias conmigo, lo cual da pie a que yo también me exprese. Y a menudo me siento lejos de muchas de esas afirmaciones y, como suelo reaccionar fuera de tiempo, me quedo rumiando cómo y porqué me siento de ese modo. Pues bien, tras unas horas de interiorización, logro ver con claridad que cada cual escoge luz o escoge sombra y lo que es aún más paradójico, todos somos luz en un momento determinado así como somos sombra: gris, fría y dura.

En este punto del camino mi mente pide a gritos la conexión con mi cuerpo gestante. Ansío esa comunión, el poder dedicarme y dedicarnos un rato extenso, en exclusiva. Hundir mis pies en la tierra, física o mentalmente, sentirme parte de la Madre Tierra, nutridora y materna. Viajar con la respiración a mi útero, mecer así a esta criatura que me habita. Liberar mis tensiones, desbloquear acertijos, moverme el antifaz. Una especie de revelación, así como sucedió durante mi primer embarazo.

Y entiendo que en la vida hay encuentros que propician que estas emociones afloren, ayudándonos en la conexión que anhelamos, haciendo que todo fluya y resulte sencillo, natural. Pero no debemos olvidar que tan sólo son parte de nuestra vivencia, que no hay que dar nada por sentado, que nuestra visión y nuestro aprendizaje, en realidad, no sobrepasa nuestras fronteras. Porque de este modo, esa luz de otro ser que nos acarició permanecerá siendo luz para siempre en nosotras, donde no habrá lugar a medias tintas, a críticas, a experiencias frustradas por no encontrarse. Al igual que las sombras propias, nacidas de situaciones no gratas, no atravesarán otras auras… si somos cautas y medimos nuestras palabras, cuidamos de las emociones ajenas, respetamos el trabajo de otrxs…

No resulta sencillo asumir que somos sombra, y no hablo de la sombra interior que todas conocemos concedámosle o no su lugar, si no de la sombra que en un momento determinado acecha a otra persona, destripando su sentir… mostrándole el lado hostil de la vida. Pero asumo que así es… y lo extraño es que no sé si acabo de lamentarlo o no, realmente, porque lo encuentro necesario también, siempre y cuando tenga lugar con conocimiento de ello. Nunca gratuitamente, nunca a la ligera, por tratar de imponer mediante la opinión.

Por el contrario es hermoso reconocerse en la luz, aunque sea fugazmente, incluso en los gestos cotidianos más supuestamente insignificantes… una sonrisa a un desconocido o una mirada atenta en el momento oportuno. Y aún más cuando nos sentimos parte de un proceso mágico, interior, partícipes en una nube de confianza y endorfinas en otra persona, sintiéndonos plenamente reconfortadas en la entrega, agradecidas por formar parte importante en el camino que transita ese ser.

Todos estos momentos únicos e intransferibles deberían permanecer así, enfrascados en su esencia, todos ellos. Podemos compartir, por supuesto, exponer, defender e incluso reivindicar, pero sin tallar las alas, sin rozar la intransigencia, sin olvidar que todas y cada una de nuestras palabras, finalmente, no hablan más que de nosotras mismas.


Cada día valoro más a quiénes admiten la relatividad, no sólo dándole cabida en su vida, sino especialmente en sus palabras.



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