Mostrando entradas con la etiqueta chupete. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta chupete. Mostrar todas las entradas

domingo, 15 de enero de 2012

Un chupete para una teta


Uno de los primeros regalos que se suele recibir al tener un hijo, incluso durante el embarazo, es el chupete. Muchas veces se hace por simpatía, un guiño cariñoso a los futuros papás como gesto de bienvenida. Éste y otros muchos detalles hacen que resulte innegable que parece haberse convertido en la representación universal del bebé, más o menos acertada según cada cual.

En nuestro caso nos hicimos con tres, uno de ellos procedente de las cestas regalo que los centros de salud ofrecen a las embarazadas durante las clases de preparación al parto. Tres hermosos chupetes, con tres tamaños y colores distintos. Chupetes que permanecen intactos en sus envoltorios de ositos sonrientes. No les hemos dado uso, al igual que los biberones, el esterilizador, la cuna y un largo etc. Pero en el caso concreto del chupete desearía compartir mi impresión y experiencia, en ningún caso mi intención es criticar su uso, entiendo que puede resultar práctico y que es una opción como otras tantas en la crianza de los hijos.

La idea de que los bebés adoran el chupete va directamente relacionada con el hecho de succionar. Hacerlo les relaja, serena e incluso adormece. Pero este reflejo se puede entender y satisfacer de diferentes maneras. Bajo mi punto de vista el bebé lo que precisa es succionar el pecho de su madre, aunque no lo haga con la intención de extraer alimento de él. Es un mamar suave, rítmico, de contacto, de placer, de calor, de ligero saborcito a leche de mamá. Estoy convencida de que esto es beneficioso para ambos, que favorece al vínculo y que fortalece sentimientos de protección, seguridad y amor. Al menos yo lo percibo y siento así.

Desde el principio me gustó pensar que obtiene este contacto casi continúo y esto supone permanecer cerca, unidas en realidad, la mayor parte del día (y de la noche), durante mucho tiempo. El uso del fular y el colecho lo facilitan muchísimo pero también es cierto que, en otras muchas ocasiones, no hay más secreto que abandonarme a ese instante, dedicarme a él. Tras 22 meses hemos pasado de parecer un solo ser a que busque mis pechos, más allá del alimento, con menos frecuencia. Aunque aún se cobija a menudo para olerme, acariciarme y mamar mientras sostiene mi mirada y observa de reojo lo que está aconteciendo, o bien para abandonarse así al sueño. La verdad es que, de pura naturalidad, no recuerdo el momento en estos contactos fueron evolucionando hasta espaciarse.

En cualquier caso, usar o no el chupete no es más que otra cuestión de elecciones, de circunstancias e ideas. Otro de esos aspectos que van ligados a la crianza y, por supuesto, cada cual es libre de interpretar o entender este hecho como desee, sin necesidad de ponernos etiquetas unos a otros con las que cargar. No pienso que una madre no aporte contacto a su hijo/a por hacer uso de él o por no optar por la lactancia materna, no pretendo juzgar al respecto como a veces se acusa frente a esta postura. Pero tampoco me siento cómoda cuando se nos señala, especialmente cuando ya no es tan bebé, al ofrecer nuestros pechos cuando lo que desean no es comer. Porque no entiendo que lo haga por capricho, por vicio o por tenerme de chupete (paradójico sin duda esto último, ¿no debería ser al revés?) sino por placer, porque es dulce y agradable sentirse abrazada y abrigada por tu madre, porque a ambas nos gusta esa toma de contacto, nos conecta y nos sabe a una pendiente del otra. Imagino que habrá estudios al respecto aunque no los he leído y desconozco sus conclusiones a favor o en contra. Hablo desde mi impresión y sé que no soy la única, puesto que he podido intercambiar experiencias y disfrutar con otras reflexiones en la misma sintonía.

Sencillamente, no hemos usado el chupete porque permaneciendo todo el día unidas lo encontraba innecesario cuando podía ofrecerle mi pecho, depositando confianza en nuestra Naturaleza mamífera cuya evolución no ha dejado atrás este reflejo tan fuerte de succión. Reflejo que supongo no sólo necesario para su desarrollo físico o para favorecer la lactancia, sino que entiendo relacionado con una gran función emocional de contacto, de sostén y de presencia que considero hermoso y placentero satisfacer con mis pechos. Pero ésta es mi experiencia, mi visión y la vivencia que compartimos la linda Cereza y yo, no quiere decir que sea una verdad absoluta ni que, repito, el uso del chupete no lleve consigo contacto o afecto, tan sólo trato de expresar que cuando se ofrece el pecho el contacto ya va implícito. Me siento en armonía al hacerlo de este modo, aunque suponga renunciar a menudo al ritmo impuesto por las prisas, las tareas pendientes, el tiempo libre, los relojes y las fechas.

Sin embargo, sea cual sea nuestra opción, ofrezcamos lo que ofrezcamos, hay un aspecto común que me incomoda especialmente. Es el hecho de opinar gratuitamente acerca de este asunto, sobre todo cuando los bebés no son tan pequeños ya y se hace en su presencia. Bien sea porque se encuentre asido al pecho de su madre, bien porque disfrute del chupete. Me molesta que se manipulen esas situaciones para ridiculizar a los niños, a veces incluso dirigiéndose directamente a ellos, para hacerles sentir culpables e inmaduros o para mostrar a una madre esclava de la situación cuando se trata del pecho. Por favor, dejemos que las cosas fluyan con tranquilidad, con naturalidad, opinemos con tacto y preguntemos con respeto si algo nos choca, pero no tratemos a los niños como seres sin capacidad de comprensión ni asimilación, ni dejemos de perder de vista que, aunque a veces suceda en público, es un momento íntimo sujeto a una decisión personal. Seamos comprensivos aunque seamos diferentes, tan sólo será una cuestión de tiempo… dejemos que transcurra, dejemos que crezcan.