Juguemos a enamorarnos.
Retrocedamos en el tiempo. Lancémonos al sofá de mi casa.
Mirémonos, sonriamos nerviosos, conocidos y extraños en esa
nueva faceta.
Olvidemos el teléfono. Rescatemos los mensajes sencillos,
las notas escondidas y las visitas imprevistas.
Pongamos algún tema de los Pixies, Australian Blonde o The Cure.
Riamos, coqueteemos. Recorramos la ciudad en moto abrazada a
tu espalda.
Agradezcamos las pausas. Retornemos al mar, la arena, los
cuerpos desnudos entregando y recibiendo libertad.
Tejamos castillos con susurros, soñando juntos lo que ahora ya tenemos. Confidencias en mi habitación de estudiante.
Volvamos a esos instantes, capturemos los primeros. Las caricias, las miradas, las
noches mentidas para amanecer juntos.
Dejemos que la determinación a convivir, a
mezclarnos, a crecernos, nos observe sigilosa y complaciente por la cerradura.
Hagamos, por unos instantes, un paréntesis para viajar sobre
los años desde la distancia del día a día. Cojamos el impulso y juguemos.
Juguemos a enamorarnos.