sábado, 30 de julio de 2011

La Casa del Sol

Y ahí estábamos, sobrevolando las nubes.

Hace poco os hablaba del miedo que sentía a volar y de que era inminente de nuevo. Parece que  ha resultado una experiencia, si no placentera, sí agradable esta vez.

La noche antes dormí a intervalos, algo inquieta, pero una vez allí, comencé a explicarle a la Cereza lo que iba a suceder a continuación. Es algo que me gusta hacer desde antes que naciera, explicarle lo que hacemos. Creo que es hermoso y que de algún modo, aunque no alcance a comprender el significado de las palabras,  por mi voz, mi entonación y sobre todo, por saber que me dirijo a ella, este intercambio le tiene que llegar de algún modo. Estoy segura de que agradece este gesto hacia ella. Por mi parte también me ayuda a tomar consciencia de la comunicación entre nosotras, al no considerarla como un ser que no alcanza a comprender y privarle por ello de mis palabras para ponerla en situación mientras descubre el mundo.

En esta ocasión le explicaba que íbamos a subir a un avión. Le mostraba esas inmensas máquinas voladoras desde la cristalera de la puerta de embarque. Le contaba cómo íbamos a coger gran velocidad para tomar rumbo al cielo, atravesando las nubes incluso, para llegar a la Casa del Sol y, una vez allí, flotar venciendo a la gravedad hasta volver a tomar tierra firme.  Le hablé del rugir de los motores que precisan tomar la energía necesaria para lograr su objetivo. Le hablé de la fuerza que generan y el impulso que la pegaría a mí. Le hablé de las posibles molestias que podría notar en sus oídos, que todo eso era normal. Le dije con cariño que sería una experiencia maravillosa y que me tranquilizaba que estuviese junto a mí.

Creo que lo comprendió, porque al comenzar a zumbar los motores se hizo pequeñita en mi regazo y buscó mi pecho para mamar suavemente, rodeándome con su otra manita la cintura, sin miedo alguno. Sosteniéndome la mirada fue entornando los ojos hasta quedar así, suspendidas las dos en medio del mar y el cielo, serenas ambas. Creo que su intención era precisamente esa, serenarme a mí y cuando pudo comprobar que el compás de mi corazón era pausado, sólo entonces, se abandonó al sueño en mis brazos mientras cruzábamos el Mediterráneo. Gracias mi vida, contigo todo toma otro color.

8 comentarios:

  1. Hola Cocolina!!
    Que bonito hablar a la peke aunque no te comprenda verdad?...yo también le cuento a vega las cosas y se las explico, se que no me entiende, pero como tú dices no quiero privarla de mis palabras y así siento que la comunicación entre ambas será mejor en un futuro.

    Gracias por haberte hecho seguidora de mi blog, desde hoy te sigo...
    un saludo!!

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  2. Solo puedo repetir, que bonito! Yo creo que algo si os entienden...

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  3. Que bonito!!! Me ha gustado mucho lo que cuentas y es verdad que hay veces que los pobres se ponen nerviosos porque no saben que va a pasar, gracias por contar vuestra experiencia, me va ayudar muchísimo, tomo nota de como lo haces. Un besazo fuerte

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  4. Jeza Bel, bienvenida!! gracias a tí por unirte y animarte a comentar. Qué bonito cuando hablamos con nuestras pequeñas, verdad? estoy convencida de que les llega. Un beso

    Drew bella, gracias por tus palabras!

    María, muchísimas gracias por tu cariño y me alegra haberte ayudado en cierto modo. Un besazo preciosa!

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  5. Hola!!! que empaticos e intuitivos son, verdad? aunque no entiendan nuestras palabras saben interpretar cada uno de nuestros sentimientos y ofrecernos consuelo cuando lo necesitamos.

    Encantada de tenerte entre mis seguidores, yo también me quedo por aquí!

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  6. Bienvenida Ana y muchas gracias por compartir aquí tus impresiones!! Tengo sacar un ratito tranquilo para descubrir tu blog! Un abrazo

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  7. Qué bonito Coco, me he emocionado y todo imaginándome la escena. Yo también le hablo mucho al Pequico, y cada vez me asombro más de todo lo que él es capaz de comunicar, sin apenas palabras.

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  8. @Mousikh qué bonito mensaje, gracias! Estos pequeños están aquí para descubrirnos el mundo!! besos

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