Hubo una vez.
Sucedió como sucede lo cotidiano. Sé que no fue agradable para ti. Sé que
tuviste que encajar algunas cosas que no habías previsto. Y sé que te sentiste
frágil en el intento.
No puedo crear un mundo que se ajuste a tu sentir, ni deseo hacerlo. No
sería práctico porque no sería real. Pero puedo ofrecerte mi presencia, mis
palabras y mis brazos para tratar de ordenar tus emociones sin que te
desborden. Reconociendo tu herida y dejando que te acerques a ella, sin
persuadirte para que no la mires y sin tratar de avivarla. No es sencillo para mí, puesto que te amo, y
tu angustia me impulsa a apretar los dientes y reconocer rápidamente mis carencias removidas para ofrecerte soluciones
desprovistas de mis propias frustaciones.
Aquella tarde estabas tan triste y temerosa... Tú que siempre vibras. Y
este padecer nos llevó al inicio de un nuevo camino por recorrer juntas,
juntos, en familia. Un camino del que hemos avanzado ya un tramo importante, el
primero, y nos ha ofrecido un valioso aprendizaje. Agradezco que este incidente
nos haya mostrado con tanta claridad ese aspecto a trabajar. Se nos ofrece un
espacio para mimar y crecer juntas de nuevo y acepto con interés y amor el nuevo reto.
Desearía que tu miedo no nublase tu entusiasmo ni que tu deseo de
agradar frenara tu espontaneidad. El mordisco que te has llevado ha puesto de
manifiesto lo que para mí supone moldear el perfil de los pequeños, ir poco a
poco igualando hasta que devienen en adultos con semejantes patrones,
confianzas (y desconfianzas, por supuesto) aprendidas acerca de ellos mismos
pero que se han construído sobre las opiniones y
creencias que otros, en especial adultos de referencia, han ido expresando sobre
ellos. Y tu identidad, la percepción de ti misma, tendrá mucho que ver
con este aspecto... lamentablemente.
Todos necesitamos una guía, y está bien así, pero desarrollar plenamente
la capacidad para elegir dicha guía no resulta nada fácil. Y tú, de entrada, no
desconfías ¿por qué habrías de hacerlo, verdad? Con los años asumirás que hay
mil versiones de un mismo hecho y todas son verdad en la medida que cada cual
las siente verdaderas, pero que no todas resultarán válidas ni adecuadas para
ti. Pero eso llega con el tiempo, con las cicatrices, y tú no sabes aún de qué
te hablo.
Aquella tarde resonó en mí cómo Cristina Romero Miralles explicaba en Pintarás los soles de su camino la manera en que se van recortando las alas a los
niños, puesto que se aproximaba a la sensación que me tiñó aquel día mientras
acompañaba tu frustración y tus lágrimas. Pude apreciar cómo esas alas, que
pueden simbolizar tantas cosas, podían tallarse y moldearse incluso desde el
cariño y la buena intención.
Aún continúas enmarañada y por las mañanas desenredadas tus sueños, sensaciones que te sacudes mientras te
explico cuán importantes resultan estas historias. El poder sanador de los sueños,
siempre he creído en ellos. Qué manera tan magnífica de conocerse a uno mismo.
Escucho tu historia y me reconforta no haberme equivocado. Mi deseo es soñar
que no se adormezca esa capacidad que mantengo para, de algún modo, apreciar lo
que es relevante con respecto a vosotras. Me equivocaré muchas veces, lo asumo,
pero cuando acierto no dejo de maravillarme con la intuición y la delicadeza
humana, ¿sabéis cuándo tienes la certeza de que algo aparentemente sencillo
puede transcender y vas tejiendo una red?
Pequeña, qué importante eres para nosotros, cuánto estamos creciendo a
tu lado y cuánta belleza sencilla nos aportas. Superándonos día a día en el reto que
supone mirar el mundo desde vuestros ojos.
Avancemos, hagámoslo mañana, vamos a mecernos un poco más en esta nube.
Colo Villén
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario ♥