Mostrando entradas con la etiqueta madre. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta madre. Mostrar todas las entradas

sábado, 11 de febrero de 2012

Felicidades mamá

Un día como hoy, hace ya tres décadas y cuatro años, a la hora exacta en que estas palabras también conocen la luz, asomé la cabeza a este loco mundo. Desde entonces recibo este día con alegría e ilusión, rodeada de los buenos deseos y el cariño que me alcanza desde los mismos y distintos corazones. 12410 días que me han aportado tanto. Gracias por cada segundo de ellos.

Desde hace dos años, cuando llega este día lo siento y lo vivo de manera diferente. Hoy, como el año pasado, siento el deseo irreprimible de abrazar a mi madre y darle las gracias. Ahora que soy madre, la felicito yo a ella también, consciente de esa fusión que vivimos y de la consecuente desunión, que comenzó en este día de invierno que escogí para conocernos. Y en esos instantes latentes que dura un abrazo, me gusta cerrar los ojos y sentir su cuerpo, ahora más menudo que el mío, de nuevo pegado a mí. Sé que ella lo entiende porque leo en sus ojos la gratitud ante este reconocimiento de amor que la maternidad me ha hecho brotar hacia ella. Gracias a ti, mamá.

Gracias por darme la vida, por acompañarme en mi llegada al mundo con tu esfuerzo y tu cuerpo sabio. Sin drogas sintéticas, con los medios que había entonces, con la compañía con la que en esos instantes contaste y la fuerza, el ímpetu y la conexión con tu naturaleza que entiendo necesaria para para traer a un hijo al mundo. Cierro los ojos e imagino cómo debió ser atravesar el canal de parto bailando al son cálido de tu cuerpo. Sé que me has relatado muchas veces cómo fue y lamento cuestionar ahora si realmente fue necesario que me extrajeran de ti a la fuerza, lo siento, me he vuelto algo crítica con ciertas prácticas pero también respeto que no tú no lo pienses así. Te parecerá una locura, pero a veces divago pensando si eso no tuvo algo que ver con todo lo que, según todos, lloré sin consuelo de pequeña. Tal vez lo necesitaba… creerás que estoy loca, mamá, y eso es lo hermoso de ser tan distintas e iguales a la vez. Tal vez algún día la Cereza me haga sonreír con sus conclusiones de madre también.

Gracias por ofrecerme tu pecho como alimento y cobijo. Gracias por ser de algún modo diferente y rebelde. Por tirar hacia adelante con todas las consecuencias que podía suponer tu corta edad… Y gracias a ti también papá, por acompañarnos con tu dulzura desde el primer instante. Por ser, como eres, la otra mitad de mí y mantener intacto vuestro mutuo amor sin el cual todo habría sido muy diferente. Gracias a los dos por criarme en libertad, a pesar de haberme sentido a veces, más que perdida, desencontrada. Ahora comprendo que no todo es tan fácil y nunca habrá suficiente amor para agradeceros el haberme dado la vida.

Esta vida que me brilla por la sencilla dicha de poder vivirla, de respirar, latir y notar la sangre caliente recorrer mi cuerpo para nutrirlo. Creo que no hay regalo más hermoso. A pesar del temor al sufrimiento, al dolor o la incertidumbre de la muerte. Soñar cada noche y abrir los ojos cada mañana es el gesto más evidente de que todos somos iguales y podría compararse con esa primera vez en que, tal vez también soñando, abandonamos la oscuridad y el agua tibia del vientre materno para arrojarnos valientes a esta otra parte de la vida, comenzando a escribir así nuestra historia a nuestra manera.

Hoy, exactamente 297840 horas después, a las 22.22 de otro 11 de febrero, mis ojos achinados de recién nacida me devuelven la mirada para apreciar cómo aquel primer instante pudo ser… y me siento inmensamente valiosa, unida por un cordón invisible a la gran placenta de la vida. Vibrante y receptora, como volando sobre un pez de color. Feliz y agradecida, simplemente, por existir.

En el día que nací, de nuevo frente a frente contigo, te tiendo mi amor... Felicidades mamá.