Sé que no desvelaré un secreto al afirmar que vivimos a un ritmo
desfasado con las necesidades infantiles. Que nos regimos por unos horarios e
imposiciones difíciles para la conciliación familiar, no hablemos ya de la
personal. Y que se nos va minando con una serie de prioridades que poco o nada
se aproximan a las de los niños y la maternidad.
El puerperio, sin más, es una etapa desértica carente del
espacio que precisa para convertirse en abundancia. Que para mí no es otra
cosa, sino la total abundancia, la entrega absoluta: alimento, calor,
emociones, aromas, fluidos, caricias, arrullos, canciones y carnes. Un continuo
brotar de la mujer a la que se la obliga a hacerlo hacia adentro... y eso es
imposible, no se puede brotar hacia adentro. Hacia adentro se rellena y una
mujer puérpera, de las que se despellejan sin reservas, rebosa enseguida. Pero ya
no puede hacerlo con la alegría del brotar sino con la angustia de la
incomprensión, del no reconocimiento, del no espacio para ser abundante.
Y esto sí es invisible. Y si no lo es para algunas personas, es
fácil continuar ignorándolo. O peor aún, banalizándolo.
Y todo repercute.
Embarazos desconectados del propio cuerpo y del cuerpo del hijo.
Partos con violencia enmascarada. Puerperios secos. Y una crianza no
presencial. Y al decir no presencial no sólo me refiero a la falta de medidas
que faciliten la conciliación sino también a la presencia contenedora. ¿Qué
esperamos obtener? Demasiado bien nos va todavía, francamente.
Cuando vas tomando determinadas decisiones en cuanto a la
crianza de tus hijas y palpas que con algunas, muchas, la mayor parte, te estás
saliendo de lo habitual, al principio no sientes vértigo. Y no lo siento,
porque algo más fuerte hace de motor para que no me frene en seco y regrese de
una vez al camino. Pero salirte tiene un coste y es transitar ese sendero que
has abierto una y otra vez.
Pronto asumes que una hija trae consigo el estrechar muchos
lazos. Y que ya no es tan sencillo como afirmar que no esperas comprensión sino
respeto. Porque cada gesto es una nueva oportunidad para tensar o destensar dichos
lazos.
Es necesaria la ayuda de una manada.
Claro está. Pero las manadas, en
sentido figurado, no se eligen. Y esta
falta de capacidad para aceptar e integrar formas menos habituales de maternar,
trae consigo el desconcierto, la sensación de soledad, intranquilidad y falta
de confianza por todas partes. Esta inestabilidad se traduce en ataques y
defensas que podrían acabar desembocando en aceptación y colaboración mutua, si
finalmente se rigen con entendimiento y constancia. Pero no siempre sucede así.
La manada está ahí. Y es la que es. Y tú eres la que eres, con
todo lo tuyo que, desde luego, no es poco. Otra cosa es que la vida te permita reconocerte en otras mujeres, hombres y vivencias estableciendo una
valiosa relación de comadreo. Pero esto no cambiará que seamos quiénes somos y
de dónde procedemos. Con lo dado y con lo cargado a hombros.
Me siento afortunada en muchos aspectos y esto no deja de ser una reflexión a partir del desconcierto que a veces siento al sucederse las
cosas demasiado deprisa como para reubicarme. Y debo dedicar largas horas a
lamerme las heridas.
Cuando sólo era yo tenía mi lugar bien construido y mis
distancias. Pudo haber resultado más sencillo, pero ya había llegado. Punto.
Cuando fuimos él y yo, se creó un círculo sólo nuestro, porque
ya se sabe que en temas de pareja mejor no meterse... y así flotamos juntos
muchos años. Solos con nuestras mareas y calmas.
Pero llegan las niñas, y esa burbuja íntima se rompe al mundo,
irrumpiendo bruscamente en ella una multitud. Y se olvida que ahí dentro
estamos desnudos, que es un momento de crecimiento personal y que somos seres
entregados a asentar las bases de nuestra nueva estructura familiar. Que no
deja de ser un espacio ajeno y privado y, por tanto, dentro de él, me defenderé
si me siento atacada o invadida. Y aseguro que no es difícil sentirse de este
modo al despertar a la maternidad, tantas veces como te ofrezcas a ella.
Criar en manada es esencial y maravilloso. Pero para ello
primero hay que integrar el grupo porque no se puede construir una vida hacia
afuera y pretender de golpe regresar al centro, para permanecer en él. Primero
habrá que resituarse y valorar la nueva piel, y con ella, la capacidad que
tenemos para ser como somos y aceptar al resto tal como son en el nuevo rol que
cada uno desempeña.
Y en el fondo, sé que tejo mi único modo, tan independiente,
porque no me siento con ánimo aún para remover mis propios
cimientos y restablecer una relación verdaderamente sana. Y a la vez, me turbo, porque deseo que mis propios abismos no interfieran, haciéndome sentir en
deuda con mis hijas por ello.
Sería cuánto más sencillo si no hubiéramos perdido tanto queriendo
evolucionar a cualquier precio. Pudiendo disponer del tiempo y atención que
nuestras cachorras requieren permitiéndonos crear relaciones sólidas alejadas
de la presión, protegidas de las demandas que nos impone esta sociedad que
elije vivir de espaldas.
Pero esa realidad no existe y el sentimiento de pertenecer a una
manada es algo intrínseco y poderoso que debemos cuidar. De modo que confiemos
en lo inamovible: el amor. Amor para preservarnos en conjunto, gratitud para
honrarlo y voluntad para que así sea.
Madre mia, cada día que leo un nuevo post tuyo me quedo asombrada. Espectular entrada.Mejor explicado imposible.
ResponderEliminarBeatriz
Buenas!! Decirte que hoy he hablado de esta entrada en el repaso semanal de blogs de Bebés y más:
ResponderEliminarhttp://www.bebesymas.com/bebes-y-mas/blogs-de-papas-y-mamas-como-entretener-a-un-nino-ninas-que-hablan-demasiado-y-mas
Un abrazo enorme!!
felicidades por tu post, que profundo e intenso!!!!!!!
ResponderEliminarMuy de acuerdo contigo. Creo que una vez que hemos parido físicamente, el puerperio sigue siendo un parto, pero no de un bebé, sino de una nueva mujer. ¡porque seguimos siendo mujeres!
Y creo que debemos "aprovechar" este puerperio para muchas cosas!, no solo para maternar, sino para conocernos en lo profundo, para descubrirnos, para explorarnos. Claramente no puede ser "hacia adentro".
De verdad que muy lindo post!
mumslowcreative.blogspot.com.es
Fantástico artículo, me ha encantado.
ResponderEliminarA veces me da la sensación de que pones palabras a lo que siento. Sufro el ritmo de esta sociedad y las críticas... intento que mis hijos lleven un camino distinto, un camino mejor, con una profunda relación conmigo y con su padre, todos juntos, en familia...
Muchas gracias por tu reflexión. Besos, Luisa