Con decir "Te quiero"

Recobré mis fuerzas. Y ahora, desde esta otra perspectiva, cualquier detalle se asimila con más calma. Recuperar la energía y la sonrisa fácil no sólo ha sido fruto del paso de los días, que colocan cada cosa en su lugar. En esta ocasión, lo que me ha ayudado a encajarlas, ha sido el amor.

Esto me lleva a meditar acerca de la facilidad o no para expresar este sentimiento con palabras. Para mí es algo importante, no sólo porque agrade oírlo en ocasiones, sino porque encuentro sano y fundamental decirlo. No hablo de añadirlo a nuestro vocabulario como una palabra más, no, porque no lo es. Hablo de permitir que tome forma en nuestra voz cuando así se sienta de corazón. Sin frenarnos. Sin racionar las veces. Sin miedo a quedar desnudos frente al otro. Porque, a pesar de la idea inculcada de reservar estas palabras como un bien preciado, creo que el amor resulta más sincero y brillante cuanto más se expresa. Él mismo rellena el hueco de cada palabra con más amor aún. No hay que tener miedo de decir que se ama, al igual que no hay que tener miedo a llorar, si tu pecho y tu alma así lo reclaman.

Recuerdo cuando mis padres me dicen que me quieren, es algo que a pesar del transcurso de los años y de sus mil muestras sin palabras, siempre reconforta de una manera especial. Creo que nunca me cansaré de oírselo ni de corresponderles del mismo modo. Sin embargo, no ocurre igual con el llanto y tengo que reconocer que esto me desconcierta un poco. Entiendo que son facetas de todo ser humano, que se corresponden con nuestra naturaleza emocional y deseo vivirlas con la mayor sencillez posible. Creo que presenciarlas de este modo, sin tapujos y sin escondernos más allá del recogimiento que precisa el llanto para fluir libre, puede ayudar a no engrandecerlas, rodeándolas del misterio que añadimos a aquello que desean ocultarnos y no llegamos a comprender por tanto.

Os cuento todo esto porque he vivido una revolución de amor interior. Porque encontrándome días atrás en momentos delicados, de pronto, recobré la gracia al decirles a unas amigas que las quería. Así, sin careta. Pude sentir que ese amor en forma de letras salió de mi interior arrancando las raíces de mi tristeza. En seguida, la carga acumulada se hizo más liviana, más prescindible. Me situé, casi flotando, en la cima de la cuesta que tanto me costaba emprender.

Y recordé que el amor que abre caminos no es tanto el que se recibe, precioso, cálido y dulce, sino el que toma forma en la entrega, sin esperar nada a cambio, ese amor de luz, de serenidad, en un baile de oleadas. Que, a veces, el amor que me ofrecen no acaba de abrigarme porque no puede traspasar mis propias barreras y al brotar de mí, me doy cuenta. Que basta con abrir puertas y expresar las palabras universales para comprender que el verdadero influjo del amor me alcanza, precisamente, amando. Porque ese lazo de pasiones admitidas, vivas y radiantes me devuelve la alegría al saberme en sintonía conmigo misma y aquellos a los que amo.