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domingo, 18 de agosto de 2013

¿Somos Comunidad?

Hoy, tras retorcerme y frotar mis ojos en la madriguera, asomo de nuevo para revindicar algo en lo que creo. Me armo del valor del que me fui desprendiendo días atrás y lo hago, ante todo, porque me debo a mí misma la sinceridad con la que deseo obrar, especialmente entre mis círculos más preciados.

Hoy necesito desatar un nudo y siento que, en cierto modo, le debo estas palabras a la Red.

Cuando tejo en la Red, (femenina, maternal y masculina y paternal cada vez más), lo hago porque deseo aportar mi visión y mi sentir y porque de este modo me nutro del saber y las experiencias de otras mujeres que, a su vez, se vuelcan y tejen. Y siento que así, poco a poco, vamos sembrando y recogiendo por igual y los frutos obtenidos quedan visibles para todo aquel que desee acercarse y participar o no activamente. Propiciando de este modo una hermosa ReEvolución emocional, femenina y maternal.

Tal vez me embriagué de este aroma a unión y comunidad y no supe, o quise, ver el juego de ídolos y seguidores que también conlleva; y cuando me fui percatando del trasfondo, lo empujé hacia dentro, expectante y con cierto recelo. Admiro y adoro a muchas mujeres que tejen con todo su corazón, y admiro a algunas otras que logran abrirse un hueco profesional gracias a su vocación y sus recursos, pero no me siento cómoda cuando se rompe la comunicación horizontal o circular. Y no es la primera vez que lo comento. (Mi espinita con la materidad consciente, Miradas de mujer y en múltiples comentarios en redes sociales)

Si admiro y amo, lo hago con sinceridad. No soy una fan, no soy una individua para moldear, no soy parte de ningún rebaño y me entristece que me intenten vender bajo el título de crianza respetuosa, feminidad consciente o empoderamiento, conceptos o productos que a mi juicio rozan la ética, por muy lícito que sea. No siembro para sentirme parte de una manada perdida que se traduce en asentir a quién dirige, o cree que dirige, el grupo. No comulgo con las condecoraciones y no me considero una consumidora de crianza y me cuido, o eso intento, de no consumir ego.

¿Qué está pasando? Sé que no soy la única que se siente de este modo. ¿Dónde quedó la camaradería, el aprender de la que llega la última, de la que empieza, el mimar por completo a la comunidad? El construir por creer en alguna causa sin esperar un reconocimiento por ello, sin pretender evangelizar ni instruir, sin sentir que se posee la Verdad. No concibo el cambio sin aceptar la diversidad.

Una de las cosas que más extraño es el poder dedicarle más tiempo a la blogosfera en profundad, y digo a la blogosfera porque por la inmediatez que ofrecen, al final accedo a otras redes sociales que finalmente también nos conectan. Rasco segundos para visitar otros espacios que antes frecuentaba y casi nunca comento ya. Añoro leer y disfrutar con blogs desconocidos hasta el momento para comprobar así que la revolución maternal no se frena sino que se alimenta y crece con cada nueva mujer que se redescubre y cada nueva madre que atiende a sus instintos, soltando escamas, despeinando lo establecido. Me estremece el sentirme cerca de otra persona sencillamente por ser humanos.

Sigo tejiendo y lo hago porque gozo con ello. Me disculpo también si alguna vez alguien sintió que la relación no fue horizontal por mi parte. Desearía recobrar la tranquilidad y ligereza con la que antes bailaba en el gran círculo, donde todas somos discípulas y maestras por igual, independientemente del alcance de cada una, y perder un segundo junto a otra persona es en realidad ganarlo. Sé que para ello debo limpiar mis ojos, aligerar mi carga emocional y reubicar algunos conceptos.

No me gustan las polémicas pero tampoco sería honesta si no expresase mis sensaciones. Esto también forma parte de crecer y decidir… ¿por qué iba a ser diferente en la Red?

Feliz por mantener la puertas abiertas en mi círculo

Feliz por mirar en línea recta

Feliz por ser consecuente

Y liviana…




domingo, 16 de junio de 2013

Círculo de mujeres

En mi círculo de mujeres cultivamos el diálogo. En realidad, el diálogo es lo que nos sustenta. Logramos definirnos mediante la palabra. La palabra fluida, la que no se maquilla constantemente, la que deja al descubierto tu luz y tu sombra en el transcurso de los días.

En mi círculo de mujeres alimentamos la diversidad, partiendo de que cada una de nosotras es única e imprescindible. Extendiendo este detalle a nuestras hijas e hijos, a lxs pequeñxs que son nuestrxs protegidxs y ni siquiera conocen nuestra mirada y nuestra voz. Evitando las comparaciones, nuestras, propias, suyas, entre ellos.

En mi círculo de mujeres exaltamos la libertad. En realidad, lo nombro mi círculo porque formo parte de él, no porque él me pertenezca, soy parte del contenido y no el continente: la posesión es un término abstracto que se difumina en él. Es un círculo tejido, regado a diario, acariciado con mimo desde que despunta el alba, gota a gota y letra a letra por mujeres maravillosas, abiertas a los cambios, deseosas de conocimientos y experiencias. Y el ser libres no se traduce en no poner límites ni filtros, sino en saber lo que hacemos, pensamos y sentimos y su porqué. No es un círculo exclusivo ni selecto, pero sí armónico.

En mi círculo de mujeres crece el respeto. Respeto que nace de nuestras conexiones y se alimenta de nuestras diferencias. Día a día, aprendemos juntas a respetar la visión de las otras, sus decisiones y actos. Regresamos, a veces no sin esfuerzo, al punto de partida, donde comprendes que cada una es dueña de su vida y sus circunstancias y que hablar de “aciertos” o “desaciertos” no es real ni oportuno. A menudo, prestamos nuestro prisma a las demás y descubrimos nuevos horizontes, desmontando modelos y haciendo mecer nuestros cimientos.

En mi círculo de mujeres no existe la perfección en el sentido que se le atribuye. Damos espacio a los errores, los perdones, las debilidades y los miedos. Nuestros defectos, nuestros complejos, nuestro propio trabajo interior puede mostrarse si así se desea. Trabajamos sobre los juicios, nos fortalecemos ante las adversidades de cualquiera de nosotras y así el transitar es más liviano, más humano y más enriquecedor. Esa es la perfección aquí.

En mi círculo de mujeres nos baña la consciencia, consciencia unitaria, suave, de esa que danza en nuestros cuerpos y sensaciones de mujer. Consciencia como madres, amigas, amantes, hermanas. Nos ayuda a abrir los ojos, templar el corazón y bailar cuando más gusta, cuando nadie nos ve.

Este círculo de mujeres brilla por ser lo que es exactamente: un círculo. Sin protagonismos, dejando que cada una despunte por sus virtudes y defectos. Sin que ninguna asuma el rol de guía, sin que ninguna se sienta en obligación de encajar en patrones marcados por la propia interacción, sin que ninguna ocupe el lugar predominante. Todas somos maestras y discípulas, todas aprendemos de todas, todas aprendemos de nosotras mismas. En círculo, de igual a igual, de la mano, facilitando la energía cíclica que nos habita.

Círculo de mujeres donde fluye el amor. Amor por lo que una es, amor por lo que cada una de las demás son, amor por lo que nace de nuestra unión. Amor por lo que construimos, hacia dentro y hacia fuera. Amor, por el simple hecho de existir y conocernos. Por avanzar juntas, por sentirnos acompañadas por deseo, no por necesidad, sin que el necesitar de alguien tenga connotaciones negativas.  Amor,  amor femenino, que rige las corrientes del instinto y nos eleva, forjando sororidad... lunáticas siempre.